sábado, 17 de septiembre de 2011

ADIOS AL VERANO

Se acaba el verano, y con él, las largas y calientes sesiones en la playa o en la piscina.











PERO TAMBIÉN CON EL FRÍO, SE PUEDE SEGUIR ENSEÑANDO TODO

lunes, 12 de septiembre de 2011

UNA DE PROFESIONES

En todas las profesiones los hay...

PROFESOR UNIVERSITARIO

ANTICUARIO


ASCENSORISTA

BIBLIOTECARIO

 CONDUCTOR DE AUTOBÚS

PATRÓN DE YATE

JARDINERO

 PAYASO

 TRIPULANTE DE CABINA DE PASAJEROS

DISEÑADOR

Y hay más, para otra ocasión

domingo, 11 de septiembre de 2011

En el Talgo Madrid-Paris


Hace dos años, tuve que viajar a París por trabajo. Y como no me gusta mucho volar, me cogí el Talgo en cabina individual. Las hay de Gran Clase, con ducha incluida.
Llegué al tren con tiempo. El revisor recogió mi billete, me acompañó a mi cabina y me indicó la hora en que me despertaría al día siguiente. Se marchó y pude ponerme cómodo. Saqué un botellín de whisky, me lo preparé y me despeloté entero. Me da morbo estar desnudo en el tren. Despelotado, me senté a tomarme mi bebida. Descorrí las cortinas de la ventanilla, ya que no me importa que me vean desnudo, y es más, me da morbo. Así que no había arrancado el tren cuando ya estaba medio empalmado. Me puse de pie, delante de la ventanilla, a sobarme. La gente que pasaba por el andén podía verme y eso me calentaba más.
El tren arrancó, y yo seguí con mi calentón, masturbándome lentamente. Seguí así un rato, hasta la hora de la cena. Tenía hambre, me vestí y salí para cenar y dejar que abrieran la cama.
En el restaurante me senté en una mesa, solo. Estaba ya por el segundo plato cuando entró en el coche restaurante un tío, de unos 50 años, moreno, con un buen bigote, con mucho estilo. Un macho viril de los que me ponen a tono.
Se sentó en la mesa a la altura de la mía, así podría mirarle con disimulo. Llevaba una camisa blanca, que hacía destacar el pecho velludo que se adivinaba bajo ella. Los puños remangados, que dejaban ver unos brazos musculosos, también bien velludos.
Con la cosa de mirarle, empecé a empalmarme, imaginándome qué ropa interior llevaría. Al cabo de mirarle varias veces, el tío se dio cuenta, y comenzó a mirarme también de reojo. Tal vez hubiera tema.
El tío se colocaba varias veces la servilleta sobre sus piernas, y cada vez que lo hacía, yo veía que se sobaba ligeramente su paquete y me miraba. Yo, viendo esas maniobras, estaba ya duro.
Pero no parecía que fuéramos a pasar a más, así que terminé de cenar, me levanté y pedí al camarero, con toda mi intención, por si podía pescar, una botella de cava para llevármela a mi cabina. Mientras esperaba que me la trajera el camarero, me rocé con mi compañero de comedor, porque mi paquete quedaba casi a la altura de su hombro. Me roce varias veces, y en una de ellas, apoyé fuerte mi paquete contra su brazo. Le pedí perdón, achacándolo al movimiento del tren. El tío me miró, sonrió encantadoramente y me dijo que no tenía importancia.
Ya sin más excusas, tuve que salir del coche restaurante. Pero el morbo me picaba, así que me quedé en el pasillo, esperando a que saliera él.
Al cabo de media hora, salió del restaurante, y se sorprendió un poco al verme allí. Me miró con descaro y al pasar a por mi lado, se restregó un poco contra mi espalda. Yo me volví y le sonreí. El tío siguió su camino por el pasillo, ofreciéndome una buena visión de su culo prieto.
Pensé que ahí acababa todo. Así que comencé a andar hacia mi cabina. Al pasar al vagón siguiente, me encontré con que a mitad del pasillo estaba mi hombretón, apoyado en una ventanilla, haciendo como que le interesaba mucho el paisaje, más bien, la noche que hacía afuera.
Esta vez me fui acercando despacio, y como él no hacía intención de enderezarse para dejarme pasar, al llegar a su altura pase por detrás de él, magreando mi paquete contra aquel culo, posando una de mis manos en sus caderas, ligeramente.



En el Talgo Madrid-Paris II

Después de ese ligero magreo en el pasillo, iba a seguir mi camino, pero me paré y me puse a mirar por la ventanilla siguiente a la que estaba él apoyado. Y le miré con todo descaro. Me devolvió la mirada y ya nos sonreímos descaradamente. Así que inicié la marcha hacia él, con la mano extendida para presentarme.
Se llamaba Mario (nombre ficticio para ocultar su verdadera identidad), e iba a París por trabajo también. Estuvimos un momento charlando y yo, lanzado, deseaba tenerle en mi cabina para mí solo. Así que le dije que me tenía que ir, que se enfriaba el cava (menuda chorrada se me ocurrió). Mario pareció decepcionado y me preguntó si me iba a tomar el cava solo. Yo, negué con la cabeza, y Mario cambió su expresión, ya de decepción absoluta. Pero mirándole a los ojos le dije que me iba a tomar el cava con él. Me di media vuelta y comencé a andar. Mario me siguió, había captado mi invitación.
Al llegar ante mi cabina me giré para ver si venía, y le vi al final del pasillo. Así que le hice una señal para que supiera que esa cabina era la mía, y me metí rápido. Quería despelotarme entero por si Mario llamaba y recibirle en pelotas.
A los cinco minutos alguien llamaba a la puerta. Yo, desnudo y medio empalmado, la entreabrí un poco, y al ver su camisa blanca, sabía que era Mario y la abrí del todo. Mario se quedó asombrado mirándome. Le dije que mejor pasara, que entraba fresco.
Pasó y se quedó de pie, un poco cortado. Yo, como si fuera lo más natural del mundo, fui abriendo el cava, cogí dos vasos de plástico y fui sirviendo.
-Anda, siéntate y toma un sorbo.
Al volverme para darle el vaso, Mario me agarró con fuerza y me atrajo hacia él. Nuestras bocas se juntaron. Cómo besaba el carbón. Me metió toda su lengua, entera, bien húmeda. Yo le devolví el morreo. Hostia, llevaba sin mojar con un tío casi un mes y lo estaba deseando.
Mi polla se restregaba contra su paquete. Mis manos lo sobaban una y otra vez mientras nos morreábamos. Tenía un volumen aquello. Y yo quería polla, polla, polla.
Me senté en la cama, Mario de pie, y le bajé la cremallera de la bragueta. Vi sus slips, también blancos, pero con una mancha de humedad donde se apreciaba la cabeza de su verga. Le desabroché los pantalones, se los bajé y todo aquello quedó a mi vista y para mi disfrute. Comencé a lamerle el paquete, la zona húmeda. Cogía su polla por encima del slip blanco, la mordía, la chupaba. Comencé a oír unos gemidos, tímidos, susurrantes. Y eso a mí me pone malo. Los gemidos de un tío me ponen burro. Miré hacia arriba y vi a Mario con sus ojos cerrados, la cabeza echada hacia atrás, su cara de placer, la boca abierta, gimiendo. Joderrrrrrrrrrrr, vaya visión.
Así que adiviné que le gustaba que le comieran la polla bien comida.
Le baje los slips y ante mí surgió una polla, normal de tamaño, pero descapullada, gordita, con sus cojones afeitados y sobre todo, bien mojada.
Así que en dos segundos estaba dentro de mi boca. Su sabor, medio agrio medio salado, me encantó. Y comencé a dar rienda suelta a mis perversiones, a ser el cabrón que soy en la intimidad con un tío.

sábado, 10 de septiembre de 2011